A pesar de que en la lista estabamos apuntados pocos, al final nos presentamos allí una buena grupeta: Diabolik, Jablan, Agila, Charco, Nrain, Zarzo, Nache232, Javi y GoldenBoy.

Iniciamos la ruta desde el casco urbano del pueblo de Navalagamella, y aprovechando la discusión que tuvimos durante la ruta sobre la procedencia del nombre de este pueblo y consultando las diversas fuentes disponibles, la conclusión es que el nombre del pueblo proceda de "NAVA", prado o pastizal rodeado de montañas y de "GAMELLA" que significa artesa o dornajo donde se da de comer a los animales, de hecho, en todo el término municipal son numerosos los restos de pilas de piedra tallada en donde se daba de comer al ganado.

Iniciamos la marcha con una ligera subida entre piedras para calentar el ambiente, en la que yo la encaro el último y paro a colocar la altura del sillín, cuando levanto la mirada en la subida no quedaba ya ni el apuntador, por lo que reinicio la marcha rápidamente para no rezagarme en exceso, y en un cruce de caminos tomo el camino incorrecto, Ley de Murphy joder!! Intuyo que por allí no era y doy la vuelta, apenas habíamos recorrido 1 km y ya estaba perdido como cual novatillo. Pego un toque al móvil de diabóliko para que me oriente, me indica por donde he de ir y arreo cagando leches, por el camino me encuentro al tío Zarzo y a Jablan que se habían quedado a esperarme y tambien estaban más perdidos que un sordo en un tiroteo. Encaramos la senda correcta y conseguimos reagruparnos con los compañeros solventando el problemilla de inicio.


Continuamos trochando campo a través por el medio de un robledal sin camino alguno hasta que por fin damos con la senda en cuestión, los tracks del genial Pinty siempre guardan alguna sorpresa… ya estamos a pie del río Perales y encajados en una cerrada garganta granítica. El nombre de esta ruta procede de la sucesión de molinos de agua construidos en el cauce del río Perales, y estábamos a punto de descubrir la belleza de semejante paraje. Los pasos son muy estrechos y de difícil ciclabilidad, por lo que la mejor opción en muchos casos es echar pie a tierra.

Nos encontramos con el primer molino, el Molino de la Hondilla, del que sólo queda en pie el torreón de piedra o cubo, donde el agua se acumulaba para posteriormente lanzarla por una estrecha compuerta y así aprovechar su fuerza hidráulica. Un poco más adelante divisamos el Molino Alto, el mejor conservado de ese tramo. Recoge el agua a trescientos metros aguas arriba, la canaliza, incluso con un acueducto, para verterla en la torre que forma el cubo de grandes piezas de granito.

Una vez lleno se abría la compuerta que permitía con una bajada de 5 metros la presión necesaria para mover las palas que hacían girar las muelas y poder así moler el grano. Cabe destacar que la referencia más antigua a estos molinos se encuentra en el Libro de la Montería de Alfonso XI (Siglo XIV), y que por supuesto, lo que hoy en día vemos como unas simples ruinas, en aquellos tiempos era tecnología punta y uno de los motores económicos de la comarca.